13.1.07

XXIII) Aquel que Sutura lo Podrido

Busco en las últimas páginas de mis cuadernos más antiguos, los que tienen el papel amarilleado y los bordes gastados, casi desechos, un poco rotos. Lo hago porque todo brilla alrededor, la claridad es tanta que no puedo abrir los ojos; necesito estremecerme, sentir que aún existe el miedo, lo oscuro, lo sucio, lo decadente y lo desesperado, pues la luz es fundamentalmente patrimonio de Realidad, y para quien ha dado demasiados pasos ya hacia el Otro Reino a veces resulta insoportable y engañosa.

En esas páginas tengo historias recogidas de mis viajes por Puertas que quizás no me atreva nunca a describir aquí, pero también notas deshilachadas a las que no les hace falta un principio ni un final para hacer temblar. Y en los márgenes tengo nombres.

Berenice está trazado alrededor de lo que sólo yo sé que es la raíz (ya seca y negra) de un diente de leche. Emile aparece en la misma página. Pegué a su lado un trozo de tela de un muñeco vudú, que aún se agita como si quisiera regañarme. Más allá tracé una K, y en un lenguaje que ya me resulta indescifrable (aunque aún siento frío al pasar los dedos por esa escritura) transcribí una historia sacada del libro maldito de tal nombre. Una pequeña esquirla de madera sirve de subrayado a Raoul. Sé de qué ataúd la tomé prestada; lo guardaré para mí por el momento. Unas páginas más y encuentro intercalados a Uh-Dom, Nivie, Lidia. Nombres demasiado fermentados, como las historias que me recuerdan, pero ¿quién no contiene algo de putrefacción dentro?


Pues bien, cuentan que todos estos nombres, y muchos más que quizás nunca se escriban en ninguna parte, están unidos por el mismo hilo. Fueron tejidos con una hebra negra y goteante que insertó no sólo sus historias, sino también sus órganos blandos, y sus huesos, y vísceras con huesos, y órganos con lágrimas, y gritos de terror con descarnadas risas. Algunos de los que dicen esas cosas están ya malditos: cruzaron definitivamente Puertas mucho más terribles que las que se mencionan en estos cuadernos, así que aquí en Realidad son considerados locos. O están muertos, o descuartizados. O peor aún: desaparecieron.

Yo nunca me he encontrado con quien teje las hebras que los unen; nunca he visto cómo Aquel que Sutura lo Podrido crea con la rapidez de un escalofrío heridas nuevas en cuerpos inocentes, abre las que ya existían para que supuren por siempre, o experimenta la unión antinatura de cavidades blandas con cartílagos y sustancias córneas.

Por tanto, he de vivir con el miedo a mi encuentro con Él, lo cual es terrible. Y cuando reviso todos estos nombres y rememoro sus desgracias me doy cuenta de lo débil que soy, de lo fácil que sería que en este mismo instante una sombra tentacular oscureciera la ventana de este estudio o que un soplo venido de ninguna parte apagara esta vela, o que unos pasos se acercaran tras la puerta y se hicieran más fuertes detrás del sillón donde escribo, y una sustancia babosa, sanguinolenta y maloliente goteara sobre el respaldo y su presencia se cerniera sobre mí definitivamente y comenzara a desgarrarme entero procediendo a continuación a coser cada parte con su contraria usando hilos fermentados que me permitieran malvivir en esa nueva configuración el resto de mis días. Lo más terrible es que creo que acabaría estando agradecido a quien experimentó con mi cuerpo (el ser humano se acostumbra a cualquier cosa), al mismo tiempo que crecería dentro de mí el mayor odio imaginable por la vida tal y como la conozco, y no podría derramarlo sobre mí mismo para evitarle más dolor al mundo, sino que tendría que buscar a otros para, a mi vez, desgarrarles las entrañas, esparcirles los flujos y sorber sus sueros, y luego tratar de recomponerlos arbitrariamente obligándoles a palpitar de nuevo y para siempre e incitándoles a buscar a otros para que experimentaran lo mismo.

Quizás Aquel que Sutura lo Podrido, a quien algunos llaman también el Cruciforme y de otras muchas formas, pretenda crear con sus actos una nueva raza que le dé solaz, seres desgraciados y penosos que se arrastren por siempre por las esquinas no euclídeas del espacio. O quizás, quizás, sólo lo haga porque sí. No merece la pena elucubrar sobre la verdadera esencia de la crueldad, porque puede que sólo haya negrura y vaciedad en ella.

Así que ya es suficiente. La luz que me rodeaba ha palidecido. Las aristas de las cosas son más duras. Los grises han empañado las esquinas de los libros. Es mejor que me levante ahora, vuelva a guardar bajo llave estos cuadernos antiguos, cierre la ventana que bate con el viento y me siente de nuevo junto a la chimenea para volver a apreciar en su justa medida la luz de Realidad.

Lo que ahora queda de ella.

10 comentarios:

Santiago Eximeno dijo...

¡Qué puedo decir! :)
Fabuloso...

Jafma dijo...

Gracias, Santi, pero cuando se parte de buen material... :-)

Felideus dijo...

¡Que guapo, un crossover entre blogs! :D
No conocía tu faceta más terrorífica. Me ha gustado, como siempre (eso sí, yo habría puesto el tema de Bowie al principio del relato, acompaña muy bien la lectura del mismo) :)
Y el cambio estético del blog también ha quedado muy bien

Jafma dijo...

Muchas gracias, Felideus :-) Como con casi todo, le di mil vueltas a dónde colocaba la música, pero por aquello de que a mí me distrae del leer, pues la dejé al final...

Pily B. dijo...

¡¡¡Dios mío!!! ¿Cuándo vas a dejar de sorprenderme?

ENHORABUENA, si ej queeee, luego dices. ;-P

Jafma dijo...

Gracias, Pily :-)

Santiago Eximeno dijo...

He añadido una nueva sección en www.cruciforme.com, indicando las apariciones del Cruciforme en la vida de otros autores...
¿Alguien más se anima? :)

Jafma dijo...

Ey, gran idea, aunque no veo la sección...

Felideus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Felideus dijo...

Pues yo mismo me apunto, Santi... a ver que se me ocurre y lo subo el lunes ;)