VI) La Puerta de la Ira
Hay muchas puertas a irrealidad que es conveniente evitar. Ya se ha anotado algo sobre la Puerta de los Espejos, pero no es la única, ni la más terrible.
La Puerta de la Ira tiene la superficie de metal negro, tan pulido que asemeja azabache. Ligeramente combada, se desconoce quién consiguió forjarla de tal manera, dado su tamaño, o si el suave arqueado es producto de la presión de lo que contiene.
A la Puerta de la Ira no llegan caminos. Se alza en un no-lugar que algunos sitúan flotando entre lo incógnito de nuestra mente y los nervios del corazón. Todos tenemos una Puerta de la Ira, pero, sorprendentemente, todas son la misma y todas se abren a la misma irrealidad.
Habitualmente la Puerta está cerrada. No tiene pomo, ni cerradura. Un examen minucioso (si nos atrevemos a tal cercanía) revelará la total ausencia de fisuras, holguras, o bisagras. Nadie que se aproxime a ella con curiosidad o la estudie con paciencia podrá averiguar nada más, salvo que emana un suave calor constantemente del negro inmarcesible de su rostro. Los golpes que se le propinen, independientemente de la herramienta usada, no producirán sonido ni vibración ni efecto alguno aparte de un denso silencio.
La Puerta se abre sin embargo con tremenda facilidad. Basta un corazón encogido al que se le clave una espina, una espalda ofrecida sin reparos a la que se le ataque con un puñal, un alimento compartido que esté envenenado, una complicidad íntima, de acero, corroída por una ácida murmuración.
En ese momento la realidad de quien la abre se distorsiona, pues el mundo que la Puerta contiene invade éste (es la Puerta la que nos cruza, no nosotros a ella). El sol se vuelve más oscuro, aún cuando esté brillando como en el solsticio de verano. Los colores derivan hacia el frío. La blandura se torna rigidez. Las esquinas de las cosas y los pensares se afilan. La lengua se reseca y encoge. El desengaño se acumula en las grietas de la realidad como betún de Judea.
Mientras la Puerta de la Ira permanezca abierta tendremos a nuestra disposición recursos terribles: los desconcertantes Cuerpos del Sarcasmo, los aplastantes Mercenarios del Ninguneo y los desgarradores Muyahiddines del Ridículo se dispondrán en formaciones compactas a nuestra retaguardia, y, si empeñamos un trozo más grande de alma, se nos unirán los Batallones Cortarrazones y las Divisiones Edafotransportadas con sus cimitarras transparentes, tan difíciles de ver hasta que emergen del suelo para segar tibias.
Provistos de tal ejército podremos hacer frente a lo que realmente abrió la Puerta. Nos sentiremos poderosos. Absorberemos la oscuridad y nos convertiremos en ella. Seremos intangibles como el humo, ágiles en el esquive y maestros de la estocada y la finta. Si exhalamos esa negrura lo suficientemente fuerte, es posible que nuestra oscuridad se extienda y otros a nuestro alrededor abran también la Puerta y unan sus efectivos a los nuestros, creando así una fuerza arrolladora que haga toda resistencia o ánimo de ella, futil.
Claro, hay un precio.
En el mejor de los casos, la Puerta de la Ira se cierra pronto e inesperadamente, engullendo toda la irrealidad que ha vomitado de vuelta hacia sus adentros y dejándonos inermes, con las manos abiertas, desvalidos y sin energías, sólo propensos a la huida o la desesperación. Nuestros enemigos, los anteriores y los que hayamos podido atraer, volverán sus rostros hacia nosotros, y sólo nos quedará rezar para que ellos no tengan abiertas también sus Puertas.
En el peor caso observaremos tras la batalla nuestras manos manchadas de sangre, vísceras, esquirlas de hueso y palpitantes sustancias moribundas. Es posible que después de esa visión, de ese tacto, de ese olor, perdamos para siempre la capacidad de distinguir los mundos. En esa situación, créanme, la única salida es tomar la daga oxidada más cercana y trazar un profundo surco en nuestra garganta, hasta el hueso. No mereceremos nada mejor.
4 comentarios:
Definitivamente esta es la puerta que más temo.
Por cierto, me ha encantado eso de que es la puerta la que nos cruza.
Más enhorasbuenas, como siempre. ;-)
Gracias... y también por seguir por aquí :-)
¡Glups! Me he hecho pis encima...
Estás que te sales, tocayo. ¡Enhorabuena por tan extraaordinario proyecto!
Te iré siguiendo hasta que me falle el marcapasos...
Muchísimas gracias tocayo, y que los dioses protectores te cuiden el marcapasos mucho tiempo :-)
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